Ni Japón ni Ávila. Las poblaciones del Poniente Granadino son las que más probabilidades de España tienen de sufrir un terremoto en los próximos 50 años. No se preocupe, puesto que este no sería superior a 5,5, lo que se considera moderado, alejándose de la virulencia de los sismos de la tierra del sol naciente pero lejos de la ausencia total de estos que se vive en la ciudad de Castilla y León. El mapa de peligrosidad sísmica elaborado a finales de 2015 por los expertos nacionales, pinta en rojo a la provincia de Granada, siendo la depresión granadina una zona habitual de sismos.

La provincia de Granada tiene una sismicidad moderada, con unos dos terremotos de 5 a 5,5 grados (similar a la escala de Richter) al año. Si lo comparas con Japón o Chile no es mucho, pero en España es lo máximo.

 

¿Por qué tenemos tantos terremotos?

 

Centrándonos en la comarca hay una zona de especial incidencia, es el caso del polígono que une Arenas del Rey, Alhama de Granada, Zafarraya y Loja. Como dato los dos últimos terremotos que arrasaron varios pueblos de la provincia en 1884 y 1956, se desarrollaron en Alhama y Arenas, dejando entre ambos más de 850 personas.

La región de las Béticas, situada en el S y SE de España, tiene una actividad sísmica asociada a la colisión continente-continente entre las placas de África y Eurasia. Andalucía, ubicada dentro de esta región tectónica, es una zona sísmica moderada en el contexto mundial y la zona sísmica más peligrosa de acuerdo con el Código de Edificación española. La placa Euroasiatica se divide a su vez en subplacas como es la que nos ocupa, la placa Ibérica. Esa tensión entre placas provocan la acumulación de esfuerzos que al liberarse provocan los sismos aunque hay que apuntar que los casos que nos ocupan son siempre a profundidades inferiores a los 40 kilómetros de profundidad lo que posibilita pensar que son “secundarios”.

La evaluación de los terremotos históricos y las características de sus efectos, sobre todo a través de un análisis multidisciplinar de los registros históricos, es una tarea imprescindible que sirve para: Cuantificar la fuente sísmica y sus parámetros fundamentales (epicentro, profundidad, magnitud e movimiento de la falla); analizar y caracterizar el movimiento del suelo evaluando sus datos macrosísmicos (efectos en el terreno, estimación de intensidades y de su distribución geográfica); detectar los efectos en el terreno (de sitio, amplificación de las sacudidas, licuefacción, deslizamientos, grietas en el suelo, asentamientos, etc.) y poder cuantificarlos con técnicas modernas; evaluar el comportamiento de las construcciones y los daños sísmicos, lo que sirve para su prevención, reducción y mitigación.

 

¿Construcciones seguras?

 

Desde 2002 es de obligado cumplimiento el decreto nacional de construcción sismorresistente. Ese documento legal recoge, por ejemplo, que las nuevas construcciones de pueblos como Alhama de Granada o Pinos Puente -con alta peligrosidad sísmica- tienen que tener mucha más resistencia a la aceleración del suelo que los edificios que se levanten en cualquier punto de Madrid, donde la amenaza es muy baja.

Para tener una idea de cuáles serían los efectos reales en la ciudad de una sacudida importante, el Servicio contra Incendios y de Protección Civil partió de la base de ponerse en el peor de los casos, es decir, imaginar un terremoto como el peor que hasta hoy se ha registrado en la zona, el de 1884. Como conclusión sólo el 8% de las edificaciones no sufrirían ningún daño, mientras el 45 % sufrirían daños muy graves e incluso se destruirían.

Redacción

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