• Juan Alonso Sánchez
  • Opinión
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Roma ha caído en manos de otro macho blanco mostrenco, sólo que este, a diferencia de Nerón o de Calígula, dudo mucho que sea capaz de componer ripios con una lira o de merecer la confianza de su caballo senatorial. Otro fiasco del pueblo, que ha decidido abatir las estatuas políticas de canon clásico cagadas por las palomas -eso es verdad-, para erigir arcos triunfales con oropel pelirrojo en el remate del frontispicio y estípites con cariátide de mujer florero. Ninguna democracia es perfecta, como bien sabemos en la provincia de Hispania. 

La genialidad del ser humano tiende a dar la cara de gota en gota, pero lo peor de nuestro género suele hacerse palmario con rostro de muchedumbre. Tres son multitud, dicen, pero pienso yo que dos no es suficiente para entender la complejidad de la naturaleza humana en toda ocasión. En nuestras decisiones más importantes, el corazón manda o manda la cabeza según impere la emoción o la lógica en el rasgo de nuestro carácter, pero he aquí que de vez en cuando las tripas evacuan alguna decisión en nombre propio o colectivo, para la que ni pecho ni cabeza tienen explicación.

La tripa es el lugar en que anida el último recurso. La víscera detonante donde fermenta lo abyecto es la tripa, cuando se nubla el perímetro y el entorno se hace incomprensible o temeroso. Y damos entonces la espalda sonoramente a nuestro normal destino, y nos subimos a la grupa de alguna propuesta loca que nos saque del túnel de lo establecido y nos cuente de panaceas grandes y zanahorias y soluciones pequeñas: las demagogias.

Vaya tela de liderazgos, sin buen juicio ni talla moral de ningún tipo la que nos llega. Vaya tela de patriotas del rifle y la linde y la fe verdadera, ejerciendo la democracia en tropel para cagarse en ella. Quizá estemos siendo privilegiados. Testigos de una mudanza de esas que la Historia resuelve de siglo en siglo con una calamidad. No un cataclismo geológico ni climático ni interestelar; sólo una hecatombe humana de gente entregada a nuevas revoluciones bárbaras.

Cuentan los aburridos que quien ignora su Historia está condenado a pasar otra vez por ella. Ayer escuchaba un vídeo de los muchachos de Gran Hermano. Una concursante, estudiante de Magisterio, explicaba a sus compañeros lo del muro de Berlín: “una muralla que separa las dos Américas, la de los ricos de la de los pobres” explicaba. Temo que cualquier día volvamos a descubrir el fuego. Y la buena letra. No hay dos sin tres.

Juan Alonso Sánchez

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