• Manolo Écija
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A principios de este mes de noviembre nos encontramos con el contratiempo de que por fin las temperaturas habían bajado considerablemente y pasaban a ser más típicas de la época del año que nos tacaba vivir. Han bajado las temperaturas. Empieza a hacer frío, y para la mayoría de nosotros este cambio del tiempo solo trae aparejado el habitual engorro de bajar al trastero para rescatar nuestro casi olvidado brasero o estufa. Otra calamidad era cambiar por fin la ropa de nuestros armarios y poner en valor los jerséis y chaquetones que nos mercamos en la pasada temporada. Todo esto es frustrante, pero eso sí, nos garantizamos que mientras fuera cae la del pulpo en forma de nieve, nosotros lo comentamos arropados hasta las cejas en nuestras enaguas.

 

Ahora bien, de lejos vemos en el telediario que están hablando de algo denominado pobreza energética y que ya incluso ha dejado titulares de varias muertes a su paso. Parece lejano, como siempre los males pareciera que los sufren las familias que moran a muchos, muchísimos kilómetros de aquí. Pero desgraciadamente esto no es así. Hace unos días, según informes de la Asociación de Ciencias Ambientales, Andalucía es la comunidad autónoma donde más casos de pobreza energética se dan por habitante. Ya nos empieza a tocar de cerca. Pero vamos más allá. Unos 35.000 hogares de la provincia de Granada ya sufren de pobreza energética. Vamos reduciendo el círculo. Pero es que de estos casos, muchos afectan a familias y niños del Poniente. La pobreza energética es un fenómeno que se ha nutrido de la crisis económica y que, por las previsiones que manejan los expertos, echa raíces a la misma velocidad a la que se encarece la factura de la luz, el agua o el gas. Como continúan explicando técnicos de la ACA, el problema de la pobreza energética -o lo que es lo mismo, no disponer de los medios económicos suficientes para mantener la vivienda a una temperatura que garantice el confort de quienes viven allí- afecta a uno de cada diez hogares. Según los datos del pasado año del Instituto Nacional de Estadística (INE).

 

Los termómetros son los casos que llegan Servicios Sociales de los Ayuntamientos y las ONGs de la comarca. Algunas como Cruz Roja del Poniente ya están poniendo su granito de arena para solucionar esta adversidad y los consistorios destinan parte de sus presupuestos (en el fondo de asistencia social) para paliar esta situación en los casos más delicados. Para determinar que una familia, efectivamente, sufre esta situación, se cruzan los ingresos familiares, el coste de la energía y la calidad de la vivienda en cuanto a la eficiencia en el consumo. Cuando las familias tienen verdaderos problemas para llegar a fin de mes intentan economizar en algo tan básico como es el recibo de la luz, por tanto las estufas a veces son un mero adorno y las capas y capas de ropa de abrigo son, en este caso, los únicos recursos para hacer frente al descenso de temperaturas, con lo que difícilmente se puede mantener un rango de temperaturas entre los 18 grados en las habitaciones y los 21 en la sala de estar. Esta horquilla es la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

Trabajo de Cruz Roja

Como apuntábamos, desde la Asamblea Comarcal de Cruz Roja están trabajando para atender a estas familias que pasan calamidades. La ayuda de familias en riesgo de exclusión se centra en la ayuda en el pago de suministros (luz, agua, gas, calefacción, bombonas, etc.) a familias sin recursos. De este modo se permite que no tengan problemas con las empresas energéticas. También desde Cruz Roja están llevando a cabo un proyecto  de Cocina Colaborativa. Este proyecto permite que voluntarios cocineros de la ONG,  junto con las familias beneficiarias, realicen las comidas de la semana para llevárselas a sus casas y ahorrarse así alimentos para cocinarlos, los productos necesarios y la energía para cocinarlos.

Por otro lado se pone a disposición de las familias necesitadas el Centro de Emergencia Social. Esto es, un espacio habilitado para el aseo personal y servicio de lavandería y secadora, donde las personas acuden a ducharse y asearse y a lavar su ropa y secarla y ahorrarse así la electricidad y los productos de higiene (champús, gel, maquinillas de afeitar, desodorantes, etc.)

Manolo Écija

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