Aumenta la presión fiscal, se multiplican las inspecciones de trabajo y hacienda, el Estado tiene una deuda triple; descomunal, disparatada y desvergonzada, y busca dinero fresquito para salir del atolladero. Lo hace buscando donde no hay, en los bolsillos de la clase media; en el de los trabajadores y los autónomos. Así no sacarán al país del agujero económico en el que nos han metido, pero sí van a mandar al hoyo social a buena parte de los ciudadanos.
Hacienda y la Seguridad Social no dan abasto a realizar embargos a ciudadanos que se han arruinado con sus negocios. La presión fiscal se multiplica en un momento en el que cualquier autónomo, como multitud de trabajadores, tiene que hacer filigranas para poder llegar a fin de mes. Muchos de ellos no pueden aguantar y lo pierden todo. El fisco aprieta el cuello de los ciudadanos medios, y en un alarde de cara dura, trata de trasmitir que son ellos los que provocan esta calamidad, hablan de fraude, de falta de solidaridad por no pagar el IVA, o acusan a los que perciben ridículos subsidios de desempleo de buscar ingresos por otro lado sin declararlos.
Si, lo sé, es una obligación de todo ciudadano cumplir con el fisco. Lo sé. Como sé que hay que pagar el IVA al fontanero, pero si el fontanero es mi vecino, cobra 426 euros al mes de ayuda familiar, está en paro desde hace tres años, tiene dos hijos y sé que las pasa canutas mes tras mes ¿qué hago? ¿No lo llamo para qué me arregle el calentador? Y él, qué hace, espera a verlas venir, a que nuestros gobernantes rieguen y abonen los brotes verdes hasta que suene la flauta.
En el ánimo de agujerear los bolsillos de los trabajadores que marca el camino del tesoro público hay una actuación que será la cúspide de del ansia recaudatoria de las administraciones, me refiero a los inspectores de trabajo corriendo entre olivos para enganchar currantes desalmados que trabajan sin estar dados de alta. Cuando esos inspectores corren entre los terrones, con el resuello al límite, sacan fuerzas de flaqueza pensando en que sus carreras tienen un sentido: evitar el enriquecimiento furibundo de jornaleros que trabajan un puñado de días en la aceituna sin estar dados de alta.
Un ejemplo de esa desvergonzada vigilancia se ha dado en Tocón, una mujer y su hija, paradas por supuesto, piden permiso para rebuscar aceituna al propietario de una finca de olivos, este le dice que sí, que claro, y dos inspectores de trabajo en sus labores rutinarias de inspección las cogen con las manos en la masa cuando estaban en el segundo día de “rebusca”. Haber los papeles, el DNI, ¿esto qué es para comer? Si, claro. Se os va caer el pelo por enriqueceros ilegalmente, y así fue, multa para ellas y para el propietario, por generoso de más. Espectacular. No han valido recursos ni explicaciones, para la Inspección de trabajo la rebusca de aceituna es ilegal, está perseguida legamente y además es cosa de pobres.
Es difícil encontrar sentido a tal esfuerzo, a no ser que en tanto los inspectores ojean entre olivares, no lo hacen entre expedientes de bancos y grandes fortunas. A esos que, como todos sabemos, no hay que molestar porque
de ellos es el reino de los cielos del fisco, ese reino, que como un colosal San Pedro, dirige con mano de hierro para la clase media y guante de seda para los de siempre, Montoro el Grande
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