Permítame una pequeña provocación por escrito, si me lee. Confío en que, en medio del verano, vaya usted bien untado en crema para antes, durante y aftersun, y que todo le resbale hasta la punta de los pies sin rastro de rasguño, aunque la tolerancia mengüe con la cercanía y este sea un periódico de proximidad. Si usted lee, no se dé por aludido, no tiene porqué. Si no lo hace -si no lee-, nada puedo temer porque mi texto no le ha de alcanzar, y quizá pueda por ello permitirme algún atrevimiento impertinente, porque la buena educación siempre, es a veces insoportable.
Las autoridades sanitarias hace tiempo que llegaron a una conclusión: las campañas publicitarias contra los malos hábitos sólo resultan eficaces si golpean contra el pulmón del que fuma, contra la piel del promiscuo infectado de llagas venéreas, contra el hígado del bebedor que se deja la vida borracho en la cuneta, llevándose por delante la felicidad, o no, de otras vidas. Es el éxito indiscutible del mensaje en negativo, con letra negrita en orla de esquela.
A la luz de los datos del barómetro de junio del CIS quizá las autoridades culturales y educativas de nuestro país deban cambiar de estrategia ante una sociedad como la española, que confiesa no leer nada nunca hasta en un 40% de sus elementos en edad de procrear y educar progenie. El 57,5% de los españoles encuestados por el CIS nunca ha acudido a una librería, y el 74,7% tampoco ha pisado una biblioteca.
Si de tales palos debemos esperar buenas astillas, ha llegado el momento de invertir las proclamas de exaltación de las bondades lectoras que nos llegan a diario y sin éxito (las cifras dadas para 2016 son regresivas respecto a años anteriores), para empezar a meter el dedo en la llaga de la brutalidad y el perspectivismo único tan propio del no lector; propongo con foto de los hermanos aquellos de Puerto-Hurraco (o de los alcaldes sucesivos de Marbella) y leyenda: “Tonto el que no lea”.
Leer nos permite acceder a mundos que sólo pueden ser vistos por un explorador, a puntos de vista exclusivos de un extranjero, a hechos y circunstancias lejanas en el tiempo y en el espacio solo reservados al historiador o al cosmonauta. Si usted no lee, no dude que está menos capacitado para la duda entre sus cuatro certezas, para entender y aceptar lo diferente. Si no lee, está condenado a remar en las galeras de lo obvio para siempre. Amigo no lector de ficciones, está usted en riesgo de “yo, aquí, ahora” sin metáfora ni conciencia de interlineado. Sin lectura, amigo no lector, se puede aprender a navegar con éxito, podrá disfrutar el placer de la playa, pero vive en peligro mortal de no comprender el mar.
Alina Strong
Cuanta razón tienes. Un pueblo que no lee, esta condenado a el estancamiento y a un lento progreso y evolución cultural.